El porcentaje de empleo fijo en el sector es muy alto, siendo este, además, de calidad, estable y cualificado. Esta última virtud se completa con formación continua específica para mantener el nivel de cualificación y empleabilidad de las personas que trabajan en el sector.

Por otro lado, el nivel retributivo en el sector está por encima de la media en la industria, tanto de la CAPV como del Estado. Y, en cualquier caso, por encima de la retribución media general de todos los sectores de actividad.

Se trata de un sector fuertemente inversor, intensivo en capital. Solo así puede asegurar su competitividad a futuro. Inversiones en sostenibilidad ambiental, en eficiencia energética, en procesos, en digitalización, industria 4.0, … son los pilares de su futuro.

Esta inversión, además, se sostiene en el tiempo a pesar de las circunstancias económicas (crisis financiera 2008, crisis sanitaria 2020). Incluso llega a ser contra cíclica para estar preparados para los rebotes posteriores a las crisis.

Muchos habían vaticinado el final del papel, pero se confundieron. Es cierto que el sector ha vivido un importante periodo de reconversión, y aunque este haya dejado una imagen de decadencia sectorial en la sociedad, esta es completamente infundada. La renovación sectorial ha sido, es y será permanente.

Así, ante la caída de la demanda de papeles gráficos el sector se ha reorientado hacia el embalaje, los papeles especiales, los papeles sustitutivos del plástico, … Una amplia gama de oportunidades que el sector aprovecha para seguir generando riqueza, quedando reflejada su competitividad en los altos niveles de exportación (por encima del 50% de media) que año a año acredita.

Por la naturaleza del sector, su efecto tractor es muy importante. Las inversiones, los grandes equipos productivos tecnológicamente muy avanzado y las necesidades de mantenimiento de estos hacen que el empleo directo en las plantas papeleras se multiplique por la necesidad de contar con proveedores de todo tipo.